Imagina que estás en la calle y has machado tu camisa nueva con una mancha. No vas a poder lavarla hasta más tarde pero sabes que, si la mancha se deja mucho tiempo, corres el riesgo de que después no salga.
Por eso, para evitarlo, puedes probar a echarte un poco de zumo de limón (o frotar un limón) en la mancha. Eso impedirá que la mancha se adhiera al tejido y, por tanto, que se lave y se quite más fácilmente.