Seguramente te haya pasado en alguna oportunidad que te encuentres sentado con alguien, en lo que seguramente pensabas que sería una charla, pero comienzas a observar que el intercambio comunicativo por momentos se torna más un monólogo de la otra persona. Si no tienes ganas de pasar por esa situación, siempre puedes acudir a algunas interesantes estrategias para que nos escuchen tanto como nosotros mismos escuchamos.
Lo primero que debemos tener en cuenta en estos casos, es que una de las formas de hacernos oír más efectivas que existen, es la que se encuentra relacionada con el lugar y el momento. Es decir, siempre podemos interrumpir a nuestro interlocutor y hacerle notar que sólo habla de él mismo, pero debemos tener en cuenta en qué sitio nos encontramos, el momento en el que lo hacemos, y perfectamente qué vamos a decir.
De la misma forma, es igualmente trascendente que cuando tomemos la palabra, lo hagamos con calma. En estos casos hay que evitar la desesperación por todos los medios posibles, y por muy nerviosos que estemos. Lo ideal, en estos casos, es que por cada minuto en el que te estés expresando, pronuncies menos de 300 palabras.
Por otro lado, si ves que cuando te estás explayando, la otra persona comienza a perderse en el entorno, se interesante en otros elementos a su alrededor, o simplemente parece que mirara a través tuyo, una forma sutil de hacérselo ver puede ser suficiente para ambas partes. No es necesario en estas situaciones que seas brusco por demás.
Luego, al terminar de hablar, puede ser importante que aproveches para preguntarle algo a esa otra persona, y a partir de allí, hacerlo participar en todo lo que le has comentado, que puedan mantener un diálogo entre ambos. Para finalizar, la construcción de espacios para la conversación, como la cena, o luego del almuerzo, pueden ser especialmente beneficiosos.